domingo, 22 de enero de 2012

LIBRITOS DE BERENJENA


Libritos de Berenjena


Para dos personas

-1 o 2 berenjenas
-Tomate natural en rodajas
-queso en lonchas
-tomate natural triturado
-queso rallado, mejor parmesano
-sal
-aceite de oliva



Se cortan las berenjenas a lo largo en rodajas 4 rodajas (ni gorditas, ni finas). Se ponen en agua con sal durante 30 min. para que pierdan el amargor. Se sacan del agua y se secan. Una vez secas se las rocia con aceite de oliva y se ponen a asar a la planca ligeramente. Sin esperar a que esten totalmente asadas las sacamos del calor.
A continuacion, en una fuente de horno ponemos una rodaja de berenjena, encima de ella, y dependiendo del tamaño, 1 o 2 de tomate y encima una loncha de queso, acabamos con otra rodaja de berenjena. Aseguramos el librito con palillos (para que no se desmonte).
Cuando se han montado todos los libritos de berenjena se rocian con tomate natural y se espolvorean con queso rallado. Así se meten al horno hasta que las berenjenas se hallan acabado de asar y el queso de haya gratinado.

Estan excelentes.

Eva.

P.D.: este plato yo lo tomo con una ensalada y acabo supersaciada.

 

sábado, 21 de enero de 2012

LA CARNE, UN ALIMENTO QUE MATA


Cada año se gastan miles de millones en publicidad para promover el consumo de carne y sus derivados. Todos hemos visto a esos adolescentes, con caras risueñas, mordiendo unos perritos calientes y familias felices reunidas alrededor de una barbacoa. En la televisión nunca se relacionan las hamburguesas con la atmósfera horrible y macabra de los mataderos, sino con un mundo mágico de jardines cultivados por unos amables payasos. El mensaje que se desea transmitir es que consumir carne es una actividad natural, sana y divertida.

Lo que los mensajes publicitarios no nos dicen es la cantidad de benzopireno (carcinógeno causante de tumores de estómago y leucemias) que se ingiere con cada kilo de carne de vaca preparada a la parrilla, equivalente a fumarse 600 cigarrillos. Lo que la televisión no nos muestra son los cadáveres de animales tan infectados con cánceres que no se pueden vender directamente a los consumidores, debiendo previamente ser transformados en comida para pasto de animales (aves, etc...), antes de acabar en el plato de los consumidores; Tampoco nos informan de los efectos devastadores de los antibióticos y las hormonas (tetraciclina, penicilina, sulfamida, nitrofuranos, clem-buterol (somatotropina bovina), BST, etc.), que contienen las carnes. Según José María Mújica, portavoz de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) "el uso de sustancias ilegales para el engorde artificial del ganado vacuno es una práctica habitual en España y no existe ningún tipo de control para evitarlo"; en un estudio elaborado en la Unión Europea, sobre el uso de este tipo de sustancias, el 36% de las muestras de hígado de vacuno analizadas en España presentaban restos de esta sustancia ilegal, lo que nos convierte en el país de la UE que más utiliza el clembuterol, un anabolizanteque puede causar graves intoxicaciones en el consumidor.

Por otra parte, el doctor José Prieto, catedrático de Microbiología de la Universidad Complutense, dice que España -uno de los países más afectados del mundo por la creciente resistencia bacteriana a los antimicrobianos debido a un consumo excesivo- consume alrededor de una tonelada diaria de antimicrobianos; pero como el 50% de toda la producción de antibióticos se destina a los animales de granja, si se suman los que se administran a los animales y se consumen indirectamente, puede llegarse a las dos toneladas diarias. Esta fuente de ingresos tan considerable para la industria farmacéutica impide que se adopten en España medidas similares a las tomadas por Suecia en 1985. Nuestra salud se ve también amenazada por el hecho de que el ser humano no tiene nada en común con los animales carnívoros,
cuyas mandíbulas, sin molares como los nuestros, disponen de dientes puntiagudos que les permiten desgarrar la carne. Su estómago produce una concentración de ácido clorhídrico diez veces mayor que la del ser humano. Además, su sistema digestivo es tres o cuatro veces más corto que el nuestro. Por lo cual, las toxinas de la carne en estado de putrefacción –eliminadas rápidamente por los ácidos gástricos de los animales carnívoros- son absorbidas por la sangre y pueden causar
enfermedades después de permanecer mucho tiempo en el intestino. Por otra parte, nuestro hígado -relativamente más pequeño- está constantemente estresado debido a la presencia de un nivel de ácido úrico más alto de lo normal.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras ONG’s aconsejan cambios en la alimentación para prevenir las enfermedades del corazón, consistentes en una disminución.radical en el consumo de productos de origen animal y un aumento en el consumo de frutas, verduras, legumbres y cereales -estudios epidemiológicos como el realizado en el Centro Alemán para la Investigación del Cáncer (DKFZ), de Heidelberg, demuestran que las personas que llevan una dieta
exclusivamente vegetariana tienen menor tendencia a desarrollar ciertos tipos de cáncer relacionados con la dieta-, pero estas necesarias recomendaciones chocan con la censura de las industrias cárnicas y de productos lácteos que presionan a los gobiernos, en defensa de sus intereses para que todo siga igual.

Mientras unos prosperan, a expensas de nuestra salud, con el aumento en el consumo de carne debido a las campañas publicitarias engañosas, el número de enfermedades y de muertos directamente relacionados con las enfermedades del corazón, cáncer de colón, diabetes, leucemia, afecciones de hígado y riñón, etc.,
también crece. Lo triste y lamentable de tal situación es que ya existe una solución preventiva y eficaz -sin ningún apoyo, institucional - que implica un rechazo a la carne como alimento y la adopción de un estilo de vida no violento y sano, basado en los principios del veganismo, que permite vivir con salud y dejar vivir a los demás.


Francisco Martín.
ave@ivu.org
www.ivu.org/ave
Artículo Publicado en Veganismo, el boletín de AVE, Asociación Vegana Española, editado en los noventa por Francisco Martín.